lunes, 8 de abril de 2013

Escrito del Sr. Obispo con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2013

Las vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe
 
 
 
 
Queridos diocesanos:
 
Celebramos la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Este aniversario en las diócesis gallegas va acompañado de una cadena de 50 horas de especial oración por las vocaciones. La celebración de esta Jornada favorece que las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada ocupen  cada vez más el centro de la espiritualidad, de la acción pastoral y de la oración de los fieles.

Hemos de pedir al Señor con insistencia santas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Porque hemos de reconocer que la escasez de vocaciones que padecemos entre nosotros revela –como señaló en su día el Papa Pablo VI- la carencia de vitalidad de la fe y el amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y que la salud moral de las familias cristianas no es buena (Cf. PABLO VI, Radiomensaje, 11 abril 1964).
 
Nuestra esperanza de que en el futuro podamos tener santas y abundantes vocaciones no se funda en nosotros, sino en la fidelidad de Dios a sus promesas. El ha prometido que nos dará pastores según su corazón y lo cumplirá. También en este tiempo de ‘invierno vocacional’ confiamos en que el Dios fiel mantiene las promesas de la alianza. Fe y esperanza están, por tanto, estrechamente unidas. De hecho, “esperanza”, es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras “fe” y “esperanza” parecen intercambiables. Por ejemplo, cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el sentido y la razón de su esperanza (cf. 3,15), “esperanza” equivale a “fe” (Benedicto XVI,  Spe salvi, 2).
 
Queridos jóvenes: Como sucedió cuando recorría los caminos de Palestina, también hoy Jesús Resucitado pasa a través de los caminos de nuestra vida, y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades. En medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, cultivad la atracción hacia los valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servicio a los demás siguiendo las huellas de Jesús. ¡No tengáis miedo de seguir a Jesucristo! Recorred con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir y seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno. Precisamente en la vida de cada día el Señor, que vive en la Iglesia, nos llama a realizar nuestra vida con él, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. Y esta llamada puede llegar en cualquier momento. También ahora Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de esperanza para el mundo.
 
Para responder a esta invitación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Dios, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, nuestros planes. Significa entregar la propia vida a él, vivir con él en profunda intimidad por medio de la oración, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo y, en consecuencia, con los hermanos y hermanas.
 
Los presbíteros y los religiosos están llamados a darse de modo incondicional al Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Iglesia. Con su testimonio de fe y con su fervor apostólico, pueden transmitir a las nuevas generaciones, el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo que llama a seguirlo más de cerca. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan acompañar a los jóvenes como «compañeros de viaje» para ayudarles a reconocer, en el camino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6); para proponerles con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos.
 
Es necesario, pues, crecer en la relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. El itinerario, que hace capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio, una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios, alimentado por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. Esta última «debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente» (Benedicto XVI, Spe salvi, 34).
 
Agradezco el trabajo ilusionado y ferviente de la Delegación diocesana de Pastoral Vocacional a favor  de la oración por las vocaciones.
 
+Manuel Sánchez Monge
Obispo de Mondoñedo-Ferrol
 
 
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