Las vocaciones, signo de la esperanza fundada sobre la fe
Queridos
diocesanos:
Celebramos
la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Este aniversario en las
diócesis gallegas va acompañado de una cadena de 50 horas de especial oración
por las vocaciones. La celebración de esta Jornada favorece que las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada ocupen cada vez más el centro de la espiritualidad,
de la acción pastoral y de la oración de los fieles.
Hemos
de pedir al Señor con insistencia santas vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada. Porque hemos de reconocer que la escasez de vocaciones que
padecemos entre nosotros revela –como señaló en su día el Papa Pablo VI- la
carencia de vitalidad de la fe y el amor de cada comunidad parroquial y
diocesana, y que la salud moral de las familias cristianas no es buena (Cf. PABLO
VI, Radiomensaje, 11 abril 1964).
Nuestra
esperanza de que en el futuro podamos tener santas y abundantes vocaciones no
se funda en nosotros, sino en la fidelidad de Dios a sus promesas. El ha
prometido que nos dará pastores según su corazón y lo cumplirá. También en este
tiempo de ‘invierno vocacional’ confiamos en que el Dios fiel mantiene las
promesas de la alianza. Fe y esperanza están, por tanto, estrechamente unidas.
De hecho, “esperanza”, es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto
de que en muchos pasajes las palabras “fe” y “esperanza” parecen
intercambiables. Por ejemplo, cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los
cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el sentido y la
razón de su esperanza (cf. 3,15), “esperanza” equivale a “fe” (Benedicto XVI, Spe
salvi, 2).
Queridos
jóvenes: Como sucedió cuando recorría los caminos de Palestina, también hoy
Jesús Resucitado pasa a través de los caminos de nuestra vida, y nos ve
inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades. En
medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, cultivad la atracción
hacia los valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servicio a
los demás siguiendo las huellas de Jesús. ¡No tengáis miedo de seguir a
Jesucristo! Recorred con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del
compromiso generoso. Así seréis felices de servir y seréis testigos de aquel
gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y
eterno. Precisamente en la vida de cada día el Señor, que vive en la Iglesia, nos
llama a realizar nuestra vida con él, el único capaz de apagar nuestra sed de
esperanza. Y esta llamada puede llegar en cualquier momento. También ahora
Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Las vocaciones sacerdotales y
religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del
diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. La oración
constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza
siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene
suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para
que sean signos de esperanza para el mundo.
Para
responder a esta invitación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio
camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Dios,
ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la
familia, el trabajo, los intereses personales, nuestros planes. Significa
entregar la propia vida a él, vivir con él en profunda intimidad por medio de
la oración, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu
Santo y, en consecuencia, con los hermanos y hermanas.
Los
presbíteros y los religiosos están llamados a darse de modo incondicional al
Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Iglesia. Con su testimonio
de fe y con su fervor apostólico, pueden transmitir a las nuevas generaciones,
el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo que llama a
seguirlo más de cerca. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan
acompañar a los jóvenes como «compañeros de viaje» para ayudarles a reconocer,
en el camino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, camino, verdad y
vida (cf. Jn 14,6); para proponerles con valentía evangélica la belleza del
servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos.
Es
necesario, pues, crecer en la relación profunda con Jesús, como escucha
interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. El itinerario, que hace
capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades
cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión
al Evangelio, una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el
Reino de Dios, alimentado por la participación en los sacramentos, en
particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. Esta última
«debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios,
con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez
por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración
litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente»
(Benedicto XVI, Spe salvi, 34).
Agradezco
el trabajo ilusionado y ferviente de la Delegación diocesana de Pastoral
Vocacional a favor de la oración por las
vocaciones.
+Manuel Sánchez Monge
Obispo de Mondoñedo-Ferrol
DESCARGA AQUÍ el escrito
No hay comentarios:
Publicar un comentario